A veces, las circunstancias de la vida te hacen coger el coche con síntomas de cansancio, fatiga o sueño. Si llevas dos noches durmiendo poco e, igualmente, tienes que ir al trabajo, los síntomas de cansancio hacen que ponerse al volante sea un peligro.
Un caso más grave es si conduces bajo los efectos del alcohol. No ser consciente de los peligros que conlleva esta acción, con toda la información que manejamos, tanto a través de las redes sociales como en los medios de comunicación, además de las sanciones, no solo económicas sino penales, suman gravedad a la acción.
Aunque no llegues a quedarte dormido al volante, cosa que sería sumamente peligrosa, durante el trayecto pierdes todo contacto visual con los demás vehículos, además de no procesar convenientemente las señales que van apareciendo durante la conducción.
Asimismo, la velocidad de reacción disminuye sobremanera, por lo que, si se nos cruza una persona en una calle o hay un frenazo repentino delante de nuestro coche, el accidente está al 90 % asegurado.
Cuando tenemos sueño, los ojos son más sensibles a la luz, volviéndose muy molesta la luz que genera el sol e impidiendo mantener toda la concentración en la carretera.
Bajo los efectos del alcohol los peligros son diferentes pero con el mismo resultado.
Cuando conducimos bajo los efectos del alcohol, la velocidad de reacción se reduce, no tenemos conciencia del espacio, tanto de frente como hacia los lados, creyendo que los obstáculos están más cerca de lo que realmente se encuentran.
Además, en diversas situaciones, llevados por la euforia, la autoconfianza se incrementa, produciendo una falsa sensación de control sobre el vehículo que conlleva la toma de riesgos innecesarios.
Hay que recordar que cada vez que cogemos el coche, tanto con signos de somnolencia como bajo los efectos del alcohol, estamos siendo irresponsables con la sociedad, ya que en la carretera conviven un gran número de personas y el peligro que representa un solo coche negligente puede ser devastador.
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